Previsión social.
Los sistemas previsionales funcionan como esquemas de aseguramiento colectivo contra diversos peligros como la vejez, la invalidez o el fallecimiento. La lógica del sistema jubilatorio muestra a designar parte de las ganancias en la vida activa a la vida pasiva. Podría pensarse en la conveniencia de que las normas sean idénticas para todos, para incentivar a dar.
No obstante, esto no ocurre: en nuestra región hay por lo menos 5 categorías de regímenes previsionales que se diferencian del sistema general (el SIPA).
Exclusión.
La primera categoría, la de regímenes diferenciales, se asocia a situaciones especialmente dificultosas o físicamente demandantes de ciertos trabajos que resultarían en un “envejecimiento prematuro”. La segunda, llamada de regímenes “especiales”, contempla la entrada diferencial a beneficios por la vida de méritos que lo justifican.
La tercera incluye a los esquemas que cubren a personas que se desempeñaron en las fuerzas armadas y de estabilidad; son administrados por instituciones independientes y combinan argumentos de mérito y de especificidad para su justificación. Los sistemas provinciales, incluyendo a los que cubren el trabajo público y las cajas expertos independientes son una cuarta categoría, fundamentada en preguntas de inercia legal.
Finalmente, permanecen las pensiones no contributivas, que ofrecen contestación a situaciones de extrema necesidad, mérito o situaciones particulares, como ser expresidente, medallista olímpico o ganador del Premio Nobel, entre otros.
Motivos.
La lógica más distinguido para justificar un sistema previsional de distinción es el envejecimiento prematuro. Su argumento central es que ciertos trabajos involucran un esfuerzo físico que, durante los años, conducen a un deterioro de la salud. El segundo más importante trata sobre el mérito, como la situación de exfuncionarios. La relevancia en términos de precio y cobertura es variable.
En un extremo, Polonia dedica recursos por 2,7% PBI a financiarlos, mientras tanto que territorios como Irlanda gastan menos de un 0,2% del PBI. Polonia tiene a bastante más de un 22% del total de individuos pensionadas del territorio bajo dichos regímenes, en lo que el promedio de territorios lo hace entre un 10 y un 15%. En la Argentina el 40% de las ventajas jubilatorios es de regímenes excepcionales y los recursos que la sociedad destina a dichos esquemas alcanzan el 7% del PBI.
Números locales.
Entre 2010 y 2020, el número de jubilaciones bajo el sistema general de Anses se mantuvo estable sin embargo la proporción de personas beneficiarias bajo regímenes especiales incrementó bastante más de un 40%. En 2021 hay por lo menos 39 regímenes diferenciales en vigencia. El último aprobado ha sido este año: es para trabajadores y contratistas de viñas y frutales.
Futuro.
Los regímenes de distinción poseen 3 primordiales inconvenientes. En primera instancia, meter regímenes más generosos que el general perjudica la igualdad y, al financiarse por recursos del sistema tributario, produce efectos distributivos distorsivos.
Además se perjudica la sostenibilidad, pues el más grande aporte en dichos regímenes no compensa los pagos en la edad pasiva. Al final, se arriesga la eficiencia del sistema por la fragmentación normativa e institucional que ocasionan los regímenes. En la Alianza Europea hoy se avanza en reformas para minimizar la incidencia de dichos regímenes, en lo que en la Argentina se sigue fomentando su construcción.
Recientemente ha sido noticia de primera plana la puja de la vicepresidenta de la País para conservar sus 2 jubilaciones de privilegio (una como viuda de expresidente y otra como expresidenta) por un costo sideralmente elevado de casi $2,5 millones mensuales, según trascendió en los medios. No obstante, este podría ser un caso exagerado, empero está lejos de ser aislado.
Los tratamientos especiales en el sistema previsional argentino, más que una exclusión, son la regla. La cobertura previsional en Argentina es brindada por medio de diversos sistemas de propiedades bastante disimiles y con bajos niveles de articulación. En este sentido, no hay un exclusivo sistema ni tampoco un exclusivo ente central de regulación de los diversos sistemas que conviven.
A grado nacional, quien administra la estabilidad social es la ANSES, en donde controla un sistema contributivo, el Sistema Incluido Previsional Argentino (SIPA), y un pilar no contributivo. Dentro del sistema contributivo hay 3 monumentales regímenes: el general, los especiales y los diferenciales.
El primero funciona para asalariados del sector privado, asalariados públicos nacionales, trabajadores autónomos, monotributistas y de viviendas particulares. Junto con el general conviven 7 regímenes especiales, con límites de aportes y jubilación más servibles.
Finalmente, hay los regímenes diferenciales, que además poseen fronteras diferentes, justificados en la naturaleza riesgosa o de insalubridad, para lo que hay 88 esquemas, y regímenes de retiro para el personal de fuerzas armadas y de estabilidad, que son 6. El sistema no contributivo está formado por las pensiones no contributivas, que son beneficios asistenciales para gente en situación de vulnerabilidad, y, más recientemente, por la PUAM, para personas de 65 años de edad o más que no tengan aportes suficientes para el sistema contributivo.
En paralelo con el sistema nacional funcionan 13 sistemas provinciales que cubren a empleados públicos provinciales y municipales. Paralelamente, todas estas cajas tiene su sistema general, con fronteras más convenientes que el sistema nacional, y sus propios regímenes especiales, diferenciales y no contributivos. Finalmente, además operan de forma sin dependencia y aislada las cajas previsionales para expertos, que son 76, y otras 26 cajas de previsión para trabajadores municipales.
Al fin y al cabo, hablamos de bastante más de 200 regímenes jubilatorios con sus normas propias y desconectadas entre sí. Lo problemático de este entramado institucional es que los esquemas especiales y las cajas provinciales, lejos de ser la exclusión, representan casi medio sistema y proporcionan beneficios extensamente mejores a los del sistema general, sin una contraparte de sostenibilidad financiera.
De esta forma, jubilaciones anticipadas, haberes jubilatorios superior al doble que los del sistema general y duplicaciones de beneficios conducen a que el regimen nacional deba cubrir los déficits previsionales de dichos regímenes por medio de subsidios, lo cual torna al sistema en enormemente inequitativo.
Sumando las moratorias, 2 de cada 3 jubilaciones y pensiones fueron otorgadas con reglas diferentes al sistema general. En el extremo, esto permite casos como el de la vicepresidenta, que acumula una doble pensión vitalicia por $2,5 millones mensuales, lo que equivale a 96 jubilaciones mínimas o 63 jubilaciones que cobran el haber medio.
Para darle igualdad y sustentabilidad al sistema previsional es necesario un abordaje integral que tienda a la unificación, donde la mayor parte de los afiliados encuadren en el sistema general. Las excepciones para indemnizar envejecimiento prematuro deberían estar científicamente justificadas.
Finalmente, si cualquier colectivo de trabajadores aspira a tener jubilaciones más altas que las del sistema general debe regir una caja complementaria de forma sin dependencia, que sea actuarialmente consistente y no ocupe de la ayuda de la País.
“El desorden es el mejor servidor del orden establecido”, garantiza un personaje de una obra de Sartre. En Argentina el laberinto jubilatorio es el mejor servidor de los privilegiados. Sustituir el laberinto por un verdadero sistema previsional unido es viable, aunque necesitará de un arduo trabajo en grupo y articulado entre jurisdicciones.